Una repentina tromba de agua sorprendió al Santo Entierro en La Plazoleta

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Santo Entierro
Histórica instantánea de Nuestra Señora de la Soledad, a la que hubo que quitarle la corona en La Plazoleta para evitar que se rajara el techo del palio, abombado debido al agua acumulada por la tromba de agua.

1970

El paso de la Virgen se quedó solo en la calle y, al escampar, tardó cuatro horas en entrar en la iglesia

Nadie imaginaba, a eso de las seis y media de la tarde, cuando la cruz de guía del Santo Entierro se ponía en la calle, lo que iba a ocurrir en menos de una hora. Es cierto que las nubes dominaban sobre los claros en la tarde del Sábado Santo, pero tras consultar el hermano mayor, José Caro, con su junta de gobierno, se convino en que no había amenaza y no parecía que esas nubes fueran a descargar agua. Se decidió salir.

Hacía, con este, tres años desde la reorganización de la hermandad que, además, traía en este 1970 una gran novedad: se estrenaba la urna para el Santo Cristo Yacente. Las calles estaban abarrotadas para ver la cofradía, que transcurría con normalidad por las calles del centro al compás de las bandas “Legión Nazarena” (abriendo la procesión) y la de la Cruz Roja, tras La Soledad.

El diluvio

La lluvia se hizo esperar. Las primeras gotas cayeron en la calle Aníbal González, a la altura de la Hermandad de Oración en el Huerto, El diputado mayor, Antonio Arquellada, con el visto bueno del hermano mayor, dio orden de recoger la cofradía. A paso de mudá enfiló la calle Santa María Magdalena cuando, inesperadamente, se desató una gran tromba de agua. Parecía el diluvio. Apenas se veía.

El paso de Cristo no se detuvo, y en unos minutos entró en  la iglesia, junto con el grueso del cuerpo de nazarenos. Sin embargo, el paso de la Virgen se quedó solo en La Plazoleta y pronto se encontró con un grave problema: el agua acumulada había abombado peligrosamente el techo del palio. Para evitar que se rajara, hubo que quitarle la corona a la Virgen de La Soledad e inclinar el paso hacia atrás para que desaguara.

Cuando por fin escampó, miles de fieles rodearon el paso de la Virgen, en una espontánea y devota reacción del pueblo de Dos Hermanas. Nunca La Soledad estuvo tan acompañada. Nadie quería que se recogiera.

Con el adoquinado de la calle Santa María Magdalena todavía encharcado, el capataz, Salvador Dorado “El Penitente”, comenzó a dirigir el regreso, a paso lento debido a la muchedumbre agolpada en torno al paso. Las dos cuadrillas de costaleros (la de palio y la del Cristo) disputaban entre sí para llevar sobre sus hombros a la Virgen. Las marchas se sucedían una tras otra. Dos horas después, solo había podido avanzar hasta Los Cuatro Cantillos, y otras dos horas más tarde, sobre las once y media de la noche, “El Penitente” la metió en la iglesia entre el fervor popular. Tardará en olvidarse este Sábado Santo histórico.

Salvador “El Penitente”: el capataz que salvó del fuego a “El Cachorro” de Sevilla

Santo EntierroPor segundo año consecutivo, tenemos el privilegio de ver en Dos Hermanas a Salvador Dorado Vázquez, conocido por “El Penitente”. Desde 1969 es el capataz del Santo Entierro. Le gusta tanto que tiene previsto venir a sacarlo mientras el cuerpo le aguante.

Historia viva de la Semana Santa, Sevilla le estará eternamente agradecida por salvar de la quema al Cristo de la Expiración (“El Cachorro”) . Él fue quien, el 18 de julio de 1936,  se enfrentó, arriesgando su propia vida, a los que fueron a quemar la Iglesia del Patrocinio. Con un mosquetón los desafió a que quemaran la iglesia pero también a los que estaban allí defendiéndola. Los asaltantes se fueron.

En 1943 fue protagonista de otro hecho insólito: un tranvía colisionó con el palio de La O, bajo el cual iba Salvador de costalero. Tras el accidente continuó soportando, él solo, el peso del paso para que pudieran salir sus compañeros, lo que le produjo una lesión en los riñones. Esto le obligó a abandonar las trabajaderas y comenzar su trayectoria como capataz. En 1946 formó su propia cuadrilla, que ha sacado, entre otras, a La Macarena, Los Gitanos o El Baratillo, siendo el primero en sacarlo a pulso.

Considerado un innovador, bajo su mando se inició el paso “de costero a costero” y se empleó por primera vez la frase “¡Al cielo con ella!”, hoy tan popular. En la imagen, Salvador delante del paso de Nuestra Señora de La Soledad, en El Arenal, antes de emprender el camino de regreso a Santa María Magdalena.