Ve en paz, Pepe Pichardo: tu amigo Paquirri te espera en el cielo

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Pepe Pichardo
En el patio de su casa en calle Francesa, Pichardo muestra el traje de luces que llevaba el día en que murió Paquirri (fotografía de 2013).

A los 92 años falleció el jueves pasado el banderillero de Francisco Rivera, que dejó los ruedos el día que Paquirri murió en Pozoblanco

Un toro le corneó gravemente en el pecho en 1972, en la plaza colombiana de Cali. Pero no ha sido un toro sino un ictus el que le ha reunido en el cielo con Paquirri, tras la trágica muerte de este en 1984. El pasado Jueves Santo falleció Pepe Pichardo a los 92 años de edad.

José Vega García, “Pichardo”, no solo fue el banderillero de confianza de Paquirri. También eran íntimos amigos. Muchas nocheviejas tomaron las uvas los dos solos en Méjico. Un brindis y a la cama, que al día siguiente, 1 de enero, tenían tres corridas: una por la mañana, otra al mediodía y otra por la tarde. Para desplazarse entre una ciudad y otra, el actor y amigo Cantinflas les prestaba su avioneta privada.

Pepe Pichardo
De izquierda a derecha, Félix, Paquirri y Pichardo.

Cuando Paquirri venía a Dos Hermanas, con su esposa Isabel Pantoja embarazada, para pasar su revisión ginecológica en Santa Mª Magdalena, dejaba su BMW blanco en la puerta de la casa de Pichardo, en calle Francesa, y allí se quedaban un buen rato. Todos en la familia recuerdan a Paquirri bañándose en la alberca de la finca de olivos que Pepe tenía junto al cementerio.

Lo criaron sus tíos

“Ese es tu padre”, le dijeron un día en El Arenal, señalándole a un señor. Apenas tuvo contacto con él. La infancia de Pepe no fue fácil. Nacido en la calle Esperanza el 12 de febrero de 1929, era todavía casi un bebé cuando falleció su madre. Sus 6 hermanos y él fueron repartidos entre familiares. Él se crió en Triana con unos tíos sin hijos, que lo trataron como si fuera suyo. Eran Dolores García Torres (hermana de su madre) y Francisco Rodríguez Pichardo, aficionado a los toros y quien le regaló su primer capote. El actuó de padre y Pepe llevó con orgullo su apellido por las plazas de España y América, adonde fue a torear hasta en 14 inviernos.

De novillero a banderillero

“¡Que toree el noi! ¡Que toree el niño!” gritaban los aficionados catalanes que lo vieron saltar, de espontáneo, en aquella capea de posguerra. Fue la primera vez que se puso delante de una vaca. Le dio dos capotazos y a la gente le hizo gracia.

El “noi”, que tras la guerra había emigrado a Barcelona con sus padres adoptivos, ya sentía un fuerte magnetismo por los toros. Cuentan que, en la puerta de la Monumental, se apostó con sus amigos a ver quién se atrevía a saludar a Manolete antes de la corrida. Cuando este se bajó del coche, el “noi” Pichardo se fue para él y le dijo: “¡Que tenga usted suerte, maestro!”, y Manolete le acarició la cabeza y le soltó un “¡Gracias, chaval!”. Pocos años después, con 16 años, Pichardo debutó en una becerrada en Igualada. Cuando vuelve a Sevilla comienza su carrera como novillero, que desarrolla entre 1950 y 1957 con tardes gloriosas en La Maestranza y en Las Ventas, donde debutó en 1952 y donde una vez mató a cinco toros por la cogida de sus compañeros de cartel.

Todavía hay en Dos Hermanas quien recuerda el revuelo que se formaba cuando compartía cartel en la plaza del pueblo con su amigo Gallito con motivo de algún festival taurino. Él soñaba con algo más: dar el salto, tomar la alternativa. Pero, según sus propias palabras, “algo le faltaba al guiso”. No terminaba de romper, no ganaba como novillero el dinero que hubiera deseado y, a pesar de que su amigo Antonio Ordóñez le pedía que aguantara un tiempo hasta que le sonriera la suerte, finalmente decidió renunciar y dedicarse a la suerte de banderillas, esas que ponía con un desparpajo y valentía inigualables. Como banderillero debutó con Alfonso Ordóñez (hermano de Antonio), y sucesivamente formó parte de las cuadrillas del portugués José Julio, del catalán José María Clavel, Jaime Ostos, Francisco Rivera “Paquirri” (en una primera etapa de 7 años), Paco Camino (desde 1972) y otra vez con Paquirri hasta que este falleció en Pozoblanco el 26 de septiembre de 1984. Horas antes de la mortal cogida del toro “Avispado”, Pichardo y el resto de la cuadrilla habían jugado con el torero unas partidas a la brisca en el hotel. Aquel fatídico día fue el último que Pichardo se vistió de luces. Tenía 55 años y hacía tiempo que pensaba en la retirada, pero Paquirri le rogó: “Aguanta un año más, Pepe, y el año que viene nos retiramos los dos juntos”. Y ciertamente se retiraron juntos, pero en unas circunstancias bien distintas a como imaginaban. Uno se fue al cielo y el otro a su casa, muy abatido por la temprana muerte de su compañero de batallas.

Tras abandonar los cosos, trabajó un año como veedor de toros. Tenía un don especial para analizar las hechuras de las reses, para prever su comportamiento ante el capote. Cansado de tanto viaje, se dedicó finalmente a disfrutar de su familia: de sus cinco nietos, de sus tres hijos (José María, Juan Francisco y Jesús Manuel) y sobre todo de su enamorada, su esposa y primera admiradora, María Bonilla, a la que Pepe conoció en Sevilla cuando ella, natural de Santa Olalla y huérfana de padre, trabajaba de sirvienta en la casa donde él residía con unos parientes. Para María, su marido era su ídolo y supo inculcar esa admiración a sus hijos, todos muy orgullosos de su padre.

Pepe nunca olvidó los toros. Estaba abonado a las corridas televisadas y diariamente iba a la Peña Taurina a echar un dominó.

Con su mascarilla anti-covid, pero tan pinturero y coqueto como siempre, seguía tomándose sus cafelitos en el Bar de La Plazoleta hasta hace unos días. Descanse en Paz.